jueves, 10 de agosto de 2017

REDES SOCIALES Y ABUSO SEXUAL

Por Dra. María Eugenia Orbea, Secretaria de la Fundación "Activismo Feminista Digital". Abogada UNLP.*

El domingo 30 de julio se viralizó un video en el que 4 hombres abusaban de una mujer, en tanto otro de ellos filmaba, porque pensaron que sería “divertido reírse y hacer bromas” mientras se frotaban sus genitales contra la mujer inconsciente que tenían frente a sí. Las incipientes estrellas involucradas fueron: Lucas Castel, Yaco Cabrera, Fabri Lemus, Gonza Fonseca y Dude Vlogs (quien filmó la situación y la viralizó dos años más tarde de acontecidos los hechos).-
Las imágenes fueron compartidas en todas las redes sociales, recayendo también en los medios de prensa gráficos y audiovisuales, quienes enseguida se hicieron eco de la noticia, aunque no precisamente para la condena de los abusadores. Así las cosas y a poco tiempo de subido al Canal Youtube, comenzaron a proliferar cientos de comentarios sexistas atacando a la víctima, originando como en tantos otros casos, un verdadero bullying sexual, teledirigido hacia ella con precisión de franco tirador.-
Lamentablemente estos casos no son aislados, por el contrario, resultan cada vez más frecuentes y me atrevo a decir, endémicos. Los videos de abusos y violaciones grupales,  patentizan la brutalidad de la violencia machista como máxima expresión de la barbarie misógina que considera a la mujer como un objeto o trofeo que puede ser poseído y vejado por los hombres, digno de ser mostrado a la comunidad entera como una verdadera proeza. El mensaje transmitido por estos youtubers, es sumamente peligroso, porque da a entender que el cuerpo de la mujer es en sí mismo una invitación y una provocación, máxime cuando miles de chicas “quisieran estar allí” por ser ellos “youtubers famosos” que eligen a las “privilegiadas” (el entrecomillado corresponde a los dichos vertidos por los participantes de este aberrante hecho a su víctima).-
El caso citado, resulta por demás preocupante desde múltiples aspectos:
- Por un lado, porque incluso después de darse a conocer las imágenes, los abusadores, sostienen que “no ven” que hubiera habido abuso.
- Por otro lado, porque comenzaron un despliegue fenomenal de discursos propios del macho alfa que no quiere perder sus privilegios, minimizando el delito al sostener que fue una “broma” porque estaban “con tremendo pedo mal” (sic Gonza Fonseca) hecho que pareciera desdibujar su responsabilidad, al mismo tiempo que resulta el principal argumento para condenar a la víctima, trasladando la culpa a la misma con frases tendientes a poner en duda su palabra como “Salir a embarrar a alguien con mentiras” (sic Yao Cabrera).
- Y finalmente, porque mientras se reproducían hasta el infinito las imágenes de la víctima tendida en la cama a merced de sus “graciosos” victimarios, estos hijos sanos del patriarcado, desfilaban por innumerables programas de TV, excusándose de sus actos, y continuando con sus burdos chistes sin gracia, juego al que se prestaron no sólo los medios sino la comunidad digital entera.-
Así han proliferado los mensajes de apoyo de los fans hacia los acusados de abuso, incluso después de haber visto las imágenes, dirigiendo sus dardos de furia contra la víctima, por haberse metido en esa habitación, cual si ello diera un bill de indemnidad para que los demás hicieran con ella lo que se les viniera en gana y hasta la han tildado de prostituta. A la par de la dilapidación mediática de la abusada, a estos ocurrentes personajes se les ha dado espacio en todos los canales de televisión, han desfilado por cuanto programa hay, con la excusa de poder brindar su descargo y versión de los hechos. Se les dio la posibilidad de justificar su violencia. Y los medios compraron y enaltecieron una vez más la denigración de una mujer. Basta con observar cómo fue levantada la noticia y las leyendas que se encarnaban en las pantallas mientras se transmitía la misma: “Circula un video que exhibe a cuatro youtubers, supuestamente abusando sexualmente de una joven”, “la chica que aparentemente aparece siendo violentada, ha revelado que no fue abusada sexualmente” “no pasó a mayores”, es decir, que se ha llegado al dislate no sólo de descreer de la palabra de la mujer sino de las propias imágenes que se reproducían.-
La conjunción de los eventos relatados permiten apreciar lamentablemente como se defiende públicamente a estos jóvenes violentos “devenidos en celebridades”  y se condena a su víctima simplemente por la reputación y el perfil público de sus agresores. A diferencia de lo ocurrido cuando salieron a la luz los abusos cometidos por Cristian Aldana, y la reacción de sus colegas, aquí no ha salido un solo influencer a condenar la aberración de sus co-equipers. Resulta más elocuente mantenerse en la gracia y beneplácito de los mismos que en los efectos que las victimas puedan sufrir debido a la agresión sexual padecida. Pese a que hay pruebas en video de una chica inconsciente siendo atacada sexualmente por 4 hombres, los medios de comunicación parecían estar muy consternados por la prominente carrera de estos abusadores en las redes sociales, en lugar de estarlos por la victima. Todos mencionan como ha afectado esta viralización a  sus vidas, ninguno ha siquiera atisbado a pensar en cómo con sus actos cambiaron la vida de la joven.-
Demasiados hombres, y estos no son la excepción, guían sus encuentros con el sexo opuesto sin tener en cuenta el consentimiento, considerando actitudes como compartir un espacio, entrar a una habitación de un hotel donde se había llevado a cabo una fiesta, como un invitación por parte de la mujer de hacer con ella lo que quieran. Esta postura, que es la de la mitad de la población, conlleva a que frente a la denuncia por abuso, el misógino apelará a su fama, al apoyo de sus seguidores, al sostén de las marcas que los patrocinan, que prefieren hacer la vista gorda frente a hechos tan graves con tal de no perder la difusión de sus productos a través de estas estrellas de las redes sociales.-
El discurso utilizado para exonerar de toda responsabilidad a estos “capos” del humor es el paradigma de la Rape Culture, son  jóvenes que divierten a sus pares con sus simpáticos videos, su futuro es brillante y no merece ser arrebatado por un conjunto de mujeres que se han atrevido a mostrarle al mundo que son unos violentos abusadores. En casos como estos en los que los perfiles de los agresores es alto, la reputación del abusador parece ser aún más importante que la de la víctima. En el mundo de las redes sociales, estos personajes creen que se les debe sexo simplemente en virtud de su popularidad, por ser seguidos por un puñado de fans, los mismos que probablemente ante la evidente falta de talento, mañana los olvidará como hoy los idolatra.-
No llama la atención la defensa acérrima efectuada por sus seguidores frente a la apropiación no consentida del cuerpo de su víctima inconsciente. Esto es la cultura de la violación que resalta los privilegios masculinos en detrimento de las mujeres, privilegios que se agigantan con la fama y la popularidad. Una clara muestra del poder del heteropatriarcado capitalista.-
¿Por qué hablo de preocupación? Simplemente porque las mujeres continuamos teniendo que vivir nuestras vidas en el marco de una sociedad que justifica la constante violación vejatoria de nuestros derechos y libertades, siendo cuestionadas por nuestra forma de vestir, tomar, andar; siempre la culpa es de la víctima. Así la sociedad continúa reproduciendo discursos como “ella lo provocó”, “así vestida que esperaba que le pasara”, “a quien se le ocurre caminar a esa hora por la calle”, “ella se expuso al ir ahí” “quería llamar la atención, por eso denunció”. Nadie cuestiona al violento. Y de esto somos todos responsables, porque muchas veces ni siquiera el abuso o la violación resulta lo peor, sino todo lo que sobreviene después, donde se cuestiona, mansilla, ataca y degrada a la víctima. Aterroriza la impunidad con que se manejan los agresores, cómo consideran los abusos una diversión que debe ser mostrada al mundo para veneración de sus seguidores y el blindaje que les da la comunidad, como si abusar fuera un derecho lícito de los hombres al ser provocados o rechazados por una mujer.-
La cultura patriarcal capitalista continúa siendo la herramienta primordial para ejercer violencia contra las mujeres, y sus principales bastiones son la normalización y legitimación de dicha violencia llegando a la aberración de trivializar los abusos y violaciones, todo lo que conlleva a que la víctima se sienta estigmatizada y por tal se mantenga en silencio para evitar su revictimización o su exposición a una acusadora visión social, que coloca en su cabeza la culpa de su propia violación. Ello por cuanto desde la infancia se nos educa en cómo cuidarnos para no ser agredidas ni violadas, en vez de educar a los hombres a no ser violentos, a respetar el consentimiento y autodeterminación. Han sido criados en una sociedad que les dice que transgredir los límites de una mujer no tendrá consecuencias graves, porque en el fondo, la mujer se lo ha buscado. En este caso los agresores se burlan de su víctima, y el público ha utilizado esas mismas imágenes para humillarla. Vivimos en un mundo en que es más vergonzoso ser abusada que ser un abusador.-
Los medios de comunicación y las redes sociales están perpetuando las actitudes violentas al minimizar la gravedad de los abusos, considerándolo incluso como una prerrogativa masculina, festejando a estos imberbes cual si fueran héroes, cuando en realidad no son más que un puñado de primates irracionales que ni siquiera pueden controlar sus impulsos libidinosos.-
Hombres, ¿sexo fuerte? Definitivamente no. Son tan débiles que para sostener sus privilegios, deben recurrir a la violencia para infundir temor. Sus inseguridades se traducen en estrategias atemorizantes sin las cuales jamás podrían imponerse. Las vejaciones a la mujer no son más que una forma de adoctrinar a la misma a través de las más atroces prácticas sexuales forzadas, el odio canalizado a través del terror que provoca en sus víctimas. Los abusos son un delito de poder y dominación, y las redes sociales y los medios de comunicación una forma de perpetuar y reafirmar dicho poder, diseminando hasta el infinito el daño ocasionado a la mujer, por cuanto dan lugar a ofensas vertidas a mansalva desde la comodidad de su celular o escudado detrás de un monitor que le brinda anonimato e irresponsabilidad por sus dichos y ataques. Así las cosas, lo que antes resultabas ser un hecho traumático que la víctima padecía en forma privada, ahora se ha convertido en un espectáculo de humillación pública, con una comunidad hambrienta de consumir prácticas  sádicas.-
La incapacidad para admitir que las acciones viralizadas fueron un abuso, y personifican lo que significa vivir en la cultura de la violación, no hace más que perpetuar la violencia contra la mujer en todas y cada una de sus demoníacas formas.-
Ahora bien, podríamos preguntarnos qué podemos hacer para comenzar a desarmar esta cultura de la violación. Claramente la solución no está en condenar la conducta a través de las redes sociales justo antes de continuar mirando memes, y dejarlos libre de culpa y cargo del delito que han cometido. Pero allende la actuación de la justicia (igualmente guiada bajo los parámetros impuestos por el androcentrismo), bien podríamos adoptar la misma postura que se asumió desde el ámbito del rock frente al caso de Cristian Aldana, donde también se dieron múltiples abusos desde su posición de “ídolo”. En aquel entonces, conocidos los abusos y violaciones cometidos por el mismo, sus pares (hombres integrantes de otras bandas de rock), como muestra de solidaridad hacia sus víctimas, se negaron a compartir escenario, e incluso sus propios compañeros de banda lo expulsaron de la misma, sin perder su credencial de HOMBRE. Dicha postura, habla de una visión masculina que no teme perder sus privilegios, como así tampoco ve a la mujer como una cosa de su propiedad. Posicionarse de forma pública como lo han hecho estas bandas, coadyuva a evitar la reiteración de los hechos y permite vislumbrar incipientemente el inicio del destierro de la cultura de la violación y es precisamente el comienzo del camino que debiéramos empezar a desandar. Ello traspolado a estos sucesos, debería implicar dejar de tratar a estos seres como los capos del show, y tomarlos como lo que realmente son: VIOLENTOS ABUSADORES, que deben ser condenados por sus fechorías tanto judicial como socialmente retirándoles el apoyo de marcas que los financian en repudio por su conducta misógina.-
Como sociedad tenemos una deuda pendiente, que debe ser saldada a la mayor brevedad posible si no queremos seguir lamentando muertes aberrantes, y el desafío es desmantelar la arquitectura del pensamiento misógino y barbárico despreocupado por los derechos y seguridad de la mujer. Educar a la población desde una perspectiva de igualdad de valor y derechos. Educar a los hombres a respetar a las mujeres y educar a las mujeres a ser responsables sólo de sus conductas y no culpables de las de otros.-
No es un juego, no es inmadurez, no son graciosos, no es una travesura. ES UN ABUSO SEXUAL Y ES UN DELITO.-