Por Dra. María Eugenia Orbea, Secretaria de la Fundación "Activismo Feminista Digital". Abogada UNLP.*
El domingo 30 de julio se viralizó un video en
el que 4 hombres abusaban de una mujer, en tanto otro de ellos filmaba, porque
pensaron que sería “divertido reírse y
hacer bromas” mientras se frotaban sus genitales contra la mujer inconsciente
que tenían frente a sí. Las incipientes estrellas involucradas fueron: Lucas
Castel, Yaco Cabrera, Fabri Lemus, Gonza Fonseca y Dude Vlogs (quien filmó la
situación y la viralizó dos años más tarde de acontecidos los hechos).-
Las imágenes fueron compartidas en todas las
redes sociales, recayendo también en los medios de prensa gráficos y
audiovisuales, quienes enseguida se hicieron eco de la noticia, aunque no
precisamente para la condena de los abusadores. Así las cosas y a poco tiempo
de subido al Canal Youtube, comenzaron a proliferar cientos de comentarios
sexistas atacando a la víctima, originando como en tantos otros casos, un
verdadero bullying sexual, teledirigido hacia ella con precisión de franco
tirador.-
Lamentablemente estos casos no son aislados, por
el contrario, resultan cada vez más frecuentes y me atrevo a decir, endémicos. Los
videos de abusos y violaciones grupales, patentizan la brutalidad de la violencia
machista como máxima expresión de la barbarie misógina que considera a la mujer
como un objeto o trofeo que puede ser poseído y vejado por los hombres, digno
de ser mostrado a la comunidad entera como una verdadera proeza. El mensaje
transmitido por estos youtubers, es sumamente peligroso, porque da a entender
que el cuerpo de la mujer es en sí mismo una invitación y una provocación,
máxime cuando miles de chicas “quisieran
estar allí” por ser ellos “youtubers
famosos” que eligen a las “privilegiadas”
(el entrecomillado corresponde a los dichos vertidos por los participantes de
este aberrante hecho a su víctima).-
El caso citado, resulta por demás preocupante
desde múltiples aspectos:
- Por un lado, porque incluso después de darse a
conocer las imágenes, los abusadores, sostienen que “no ven” que hubiera habido
abuso.
- Por otro lado, porque comenzaron un despliegue
fenomenal de discursos propios del macho alfa que no quiere perder sus
privilegios, minimizando el delito al sostener que fue una “broma” porque estaban “con
tremendo pedo mal” (sic Gonza Fonseca) hecho que pareciera desdibujar su
responsabilidad, al mismo tiempo que resulta el principal argumento para
condenar a la víctima, trasladando la culpa a la misma con frases tendientes a
poner en duda su palabra como “Salir a
embarrar a alguien con mentiras” (sic Yao Cabrera).
- Y finalmente, porque mientras se reproducían
hasta el infinito las imágenes de la víctima tendida en la cama a merced de sus
“graciosos” victimarios, estos hijos sanos del patriarcado, desfilaban por
innumerables programas de TV, excusándose de sus actos, y continuando con sus
burdos chistes sin gracia, juego al que se prestaron no sólo los medios sino la
comunidad digital entera.-
Así han proliferado los mensajes de apoyo de los
fans hacia los acusados de abuso, incluso después de haber visto las imágenes,
dirigiendo sus dardos de furia contra la víctima, por haberse metido en esa
habitación, cual si ello diera un bill
de indemnidad para que los demás hicieran con ella lo que se les viniera en
gana y hasta la han tildado de prostituta. A la par de la dilapidación mediática
de la abusada, a estos ocurrentes personajes se les ha dado espacio en todos
los canales de televisión, han desfilado por cuanto programa hay, con la excusa
de poder brindar su descargo y versión de los hechos. Se les dio la posibilidad
de justificar su violencia. Y los medios compraron y enaltecieron una vez más la
denigración de una mujer. Basta con observar cómo fue levantada la noticia y
las leyendas que se encarnaban en las pantallas mientras se transmitía la misma:
“Circula un video que exhibe a cuatro
youtubers, supuestamente abusando sexualmente de una joven”, “la chica que aparentemente aparece siendo
violentada, ha revelado que no fue abusada sexualmente” “no pasó a mayores”,
es decir, que se ha llegado al dislate no sólo de descreer de la palabra de la
mujer sino de las propias imágenes que se reproducían.-
La conjunción de los eventos relatados permiten apreciar
lamentablemente como se defiende públicamente a estos jóvenes violentos
“devenidos en celebridades” y se condena
a su víctima simplemente por la reputación y el perfil público de sus
agresores. A diferencia de lo ocurrido cuando salieron a la luz los abusos
cometidos por Cristian Aldana, y la reacción de sus colegas, aquí no ha salido
un solo influencer a condenar la
aberración de sus co-equipers.
Resulta más elocuente mantenerse en la gracia y beneplácito de los mismos que
en los efectos que las victimas puedan sufrir debido a la agresión sexual
padecida. Pese a que hay pruebas en video de una chica inconsciente siendo
atacada sexualmente por 4 hombres, los medios de comunicación parecían estar
muy consternados por la prominente carrera de estos abusadores en las redes
sociales, en lugar de estarlos por la victima. Todos mencionan como ha afectado
esta viralización a sus vidas, ninguno
ha siquiera atisbado a pensar en cómo con sus actos cambiaron la vida de la
joven.-
Demasiados hombres, y estos no son la excepción,
guían sus encuentros con el sexo opuesto sin tener en cuenta el consentimiento,
considerando actitudes como compartir un espacio, entrar a una habitación de un
hotel donde se había llevado a cabo una fiesta, como un invitación por parte de
la mujer de hacer con ella lo que quieran. Esta postura, que es la de la mitad
de la población, conlleva a que frente a la denuncia por abuso, el misógino
apelará a su fama, al apoyo de sus seguidores, al sostén de las marcas que los
patrocinan, que prefieren hacer la vista gorda frente a hechos tan graves con
tal de no perder la difusión de sus productos a través de estas estrellas de
las redes sociales.-
El discurso utilizado para exonerar de toda
responsabilidad a estos “capos” del humor es el paradigma de la Rape Culture,
son jóvenes que divierten a sus pares
con sus simpáticos videos, su futuro es brillante y no merece ser arrebatado
por un conjunto de mujeres que se han atrevido a mostrarle al mundo que son
unos violentos abusadores. En casos como estos en los que los perfiles de los
agresores es alto, la reputación del abusador parece ser aún más importante que
la de la víctima. En el mundo de las redes sociales, estos personajes creen que
se les debe sexo simplemente en virtud de su popularidad, por ser seguidos por
un puñado de fans, los mismos que probablemente ante la evidente falta de
talento, mañana los olvidará como hoy los idolatra.-
No llama la atención la defensa acérrima
efectuada por sus seguidores frente a la apropiación no consentida del cuerpo
de su víctima inconsciente. Esto es la cultura de la violación que resalta los
privilegios masculinos en detrimento de las mujeres, privilegios que se
agigantan con la fama y la popularidad. Una clara muestra del poder del
heteropatriarcado capitalista.-
¿Por qué hablo de preocupación? Simplemente
porque las mujeres continuamos teniendo que vivir nuestras vidas en el marco de
una sociedad que justifica la constante violación vejatoria de nuestros
derechos y libertades, siendo cuestionadas por nuestra forma de vestir, tomar,
andar; siempre la culpa es de la víctima. Así la sociedad continúa
reproduciendo discursos como “ella lo
provocó”, “así vestida que esperaba que le pasara”, “a quien se le ocurre
caminar a esa hora por la calle”, “ella se expuso al ir ahí” “quería llamar la
atención, por eso denunció”. Nadie cuestiona al violento. Y de esto somos
todos responsables, porque muchas veces ni siquiera el abuso o la violación
resulta lo peor, sino todo lo que sobreviene después, donde se cuestiona,
mansilla, ataca y degrada a la víctima. Aterroriza la impunidad con que se
manejan los agresores, cómo consideran los abusos una diversión que debe ser
mostrada al mundo para veneración de sus seguidores y el blindaje que les da la
comunidad, como si abusar fuera un derecho lícito de los hombres al ser
provocados o rechazados por una mujer.-
La cultura patriarcal capitalista continúa
siendo la herramienta primordial para ejercer violencia contra las mujeres, y
sus principales bastiones son la normalización y legitimación de dicha
violencia llegando a la aberración de trivializar los abusos y violaciones,
todo lo que conlleva a que la víctima se sienta estigmatizada y por tal se
mantenga en silencio para evitar su revictimización o su exposición a una
acusadora visión social, que coloca en su cabeza la culpa de su propia
violación. Ello por cuanto desde la infancia se nos educa en cómo cuidarnos
para no ser agredidas ni violadas, en vez de educar a los hombres a no ser
violentos, a respetar el consentimiento y autodeterminación. Han sido criados
en una sociedad que les dice que transgredir los límites de una mujer no tendrá
consecuencias graves, porque en el fondo, la mujer se lo ha buscado. En este
caso los agresores se burlan de su víctima, y el público ha utilizado esas
mismas imágenes para humillarla. Vivimos en un mundo en que es más vergonzoso
ser abusada que ser un abusador.-
Los medios de comunicación y las redes sociales
están perpetuando las actitudes violentas al minimizar la gravedad de los
abusos, considerándolo incluso como una prerrogativa masculina, festejando a
estos imberbes cual si fueran héroes, cuando en realidad no son más que un
puñado de primates irracionales que ni siquiera pueden controlar sus impulsos
libidinosos.-
Hombres, ¿sexo fuerte? Definitivamente no. Son
tan débiles que para sostener sus privilegios, deben recurrir a la violencia
para infundir temor. Sus inseguridades se traducen en estrategias atemorizantes
sin las cuales jamás podrían imponerse. Las vejaciones a la mujer no son más
que una forma de adoctrinar a la misma a través de las más atroces prácticas
sexuales forzadas, el odio canalizado a través del terror que provoca en sus
víctimas. Los abusos son un delito de poder y dominación, y las redes sociales
y los medios de comunicación una forma de perpetuar y reafirmar dicho poder,
diseminando hasta el infinito el daño ocasionado a la mujer, por cuanto dan
lugar a ofensas vertidas a mansalva desde la comodidad de su celular o escudado
detrás de un monitor que le brinda anonimato e irresponsabilidad por sus dichos
y ataques. Así las cosas, lo que antes resultabas ser un hecho traumático que
la víctima padecía en forma privada, ahora se ha convertido en un espectáculo
de humillación pública, con una comunidad hambrienta de consumir prácticas sádicas.-
La incapacidad para admitir que las acciones viralizadas
fueron un abuso, y personifican lo que significa vivir en la cultura de la
violación, no hace más que perpetuar la violencia contra la mujer en todas y
cada una de sus demoníacas formas.-
Ahora bien, podríamos preguntarnos qué podemos
hacer para comenzar a desarmar esta cultura de la violación. Claramente la
solución no está en condenar la conducta a través de las redes sociales justo antes
de continuar mirando memes, y dejarlos libre de culpa y cargo del delito que
han cometido. Pero allende la actuación de la justicia (igualmente guiada bajo
los parámetros impuestos por el androcentrismo), bien podríamos adoptar la
misma postura que se asumió desde el ámbito del rock frente al caso de Cristian
Aldana, donde también se dieron múltiples abusos desde su posición de “ídolo”. En
aquel entonces, conocidos los abusos y violaciones cometidos por el mismo, sus
pares (hombres integrantes de otras bandas de rock), como muestra de
solidaridad hacia sus víctimas, se negaron a compartir escenario, e incluso sus
propios compañeros de banda lo expulsaron de la misma, sin perder su credencial
de HOMBRE. Dicha postura, habla de una visión masculina que no teme perder sus
privilegios, como así tampoco ve a la mujer como una cosa de su propiedad.
Posicionarse de forma pública como lo han hecho estas bandas, coadyuva a evitar
la reiteración de los hechos y permite vislumbrar incipientemente el inicio del
destierro de la cultura de la violación y es precisamente el comienzo del
camino que debiéramos empezar a desandar. Ello traspolado a estos sucesos,
debería implicar dejar de tratar a estos seres como los capos del show, y tomarlos
como lo que realmente son: VIOLENTOS ABUSADORES, que deben ser condenados por
sus fechorías tanto judicial como socialmente retirándoles el apoyo de marcas
que los financian en repudio por su conducta misógina.-
Como sociedad tenemos una deuda pendiente, que
debe ser saldada a la mayor brevedad posible si no queremos seguir lamentando
muertes aberrantes, y el desafío es desmantelar la arquitectura del pensamiento
misógino y barbárico despreocupado por los derechos y seguridad de la mujer.
Educar a la población desde una perspectiva de igualdad de valor y derechos.
Educar a los hombres a respetar a las mujeres y educar a las mujeres a ser
responsables sólo de sus conductas y no culpables de las de otros.-
No es un juego, no es inmadurez, no son
graciosos, no es una travesura. ES UN ABUSO SEXUAL Y ES UN DELITO.-